lunes, noviembre 25, 2013

No es cuestión de caras.

La izquierda tradicional española está perdida, muy perdida y no vale decir, como repiten hasta la saciedad al otro lado, que es culpa de la herencia recibida.

Echarle un vistazo a la televisión este fin de semana no ha sido más que una prueba palmaria de ello. En la vertiente más estrictamente política, la del PSOE, que ahora quiere agarrarse al clavo ardiendo de Susana Díaz, a la que están vistiendo con un halo de pseudo divinidad y que no deja de ser una recién llegada, hay una brutal carencia de filosofía. Es triste que después de la cacareada Conferencia Política, todo lo que se puede vender de cara al pueblo es un pacto a regañadientes con el PSC y un puñado de lemas optimistas de dudoso crédito, del tipo “estamos de vuelta”.

El partido no sabe lo que quiere ni su rumbo. Lo único que conoce es que hay mucha gente que lo quiere dirigir pero sin tener muy claro hacia donde. Perdiéndose en un laberinto de nombres y de corrientes que no hacen otra cosa que mantenerlo virando sobre sí mismo hacia una inminente muerte por mero agotamiento o aburrimiento.

En cinco años de crisis mundial, el socialismo español no se ha enterado de que ya hay muchos defensores del ultraliberalismo salvaje que nos ha llevado hasta aquí. No se puede convencer a nadie, ni recuperar mayoría alguna con un discurso económico más cercano a la derecha, por el miedo a parecer excesivamente revolucionario.

Su solución, la inacción. El resultado, el ostracismo.

El esperpento sindical de Cándido Méndez en “El Objetivo” de Ana Pastor, es difícil de describir. Un movimiento tan necesario como el sindical, y más en estos tiempos que corren, se ve co-capitaneado por alguien que cree que su figura como líder es más importante que su entidad, más que sus ideas. Que tras tener los medios de comunicación trufados de escándalos, dice que “ha pensado dimitir en su fuero interno”. ¡Qué falta de criterio y de visión!.

No sé si es reconducible, o ni siquiera si hace falta que lo sea y que otros movimientos, otras corrientes menos comerciales y más atrevidas, sean las que deben coger el testigo y convertirse en la primera línea contra unas políticas económicas que no son buenas para el trabajador y contra una políticas sociales que poco a poco y apoyados en herramientas de tinte preconstitucional (véase el proyecto de ley se Seguridad Ciudadana) nos retrotrae a otro tiempo en lo social que os aseguro que no fue mejor.

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