Grecia, protagonista de 2015.

Hoy despedimos el año con tambores de guerra de fondo que suenan en el “establishment”. La convocatoria de elecciones generales en Grecia, que no por más esperada ha sido menos impactante, ha puesto a funcionar la maquinaria publicitaria, ante la posible victoria de Syriza a finales de enero.

Decidme alguno si oyendo la crónica de la bajada de las bolsas en radio o televisión desde el lunes no habéis oído al periodista echarle la culpa a la inestabilidad griega.

Y cuál es esa inestabilidad, el miedo a la decisión popular. El miedo a que los griegos hartos de un bipartidismo que aplaude y secunda el austericidio decidan por sí mismos, salirse masivamente del guión establecido camino de la izquierda popular.

Los ecos suenan más en la piel de toro porque el “efecto infección” aterra.

Ya habéis oído al Fondo Monetario Internacional anunciar la suspensión de las negociaciones que conllevan el siguiente tramo de la ayuda al país para que los bancos y los acreedores reciban lo suyo y aun quedará que hablen los golfos del Banco Mundial, los de la “troika”, el colaborador de fraudes Juncker… así todos aconsejando a los griegos que voten en la buena dirección que paradójicamente según ellos es la misma que les ha llevado a la ruina y al desfalco del país en las últimas décadas.

Suerte y valentía Grecia, el primer envite lo jugáis vosotros.

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Vasallaje.

El pasado día 24 de diciembre creo que escuché por primera vez en tiempo con algo de interés el discurso de Nochebuena del Borbón gobernante.

Cierto que la razón no era que haya entrado en una vorágine monárquica sino una insana curiosidad de saber si el cambio de figura implicaba un cambio de discurso, pero la verdad es que no la encontré y no me sorprende.

El discurso vacío, tocando cuatro temas que a los ciudadanos nos preocupan: corrupción, Cataluña, la economía y su propio futuro como rey, que fueron expuestos a modo de colegio de primaria sin soluciones, de un modo meramente descriptivo. Un puñado de lugares comunes.

Pero no fue esta la sorpresa mayor. Lo que más me aterra es que una vez que en principio la monarquía tiene su futuro asegurado gracias al pacto al margen de la ciudadanía que perpetró el poder establecido entre el 3 y el 8 de junio, el servilismo, el vasallaje ha salido de los cajones con olor a naftalina.

Hordas y hordas de periodistas, de políticos de la “vieja ola” y palmeros diciendo que el mensaje fue profundo y valiente. Que tocó todos los puntos importantes, que es una muestra del tiempo nuevo que vive la monarquía. Qué ridiculez.

Reto a quien quiera que me diga el minuto y segundo del discurso donde haya una concreción, una propuesta, una línea argumental que dé una pista de la idea que tiene la monarquía para mejorar este país.

Fue un discurso “ombliguista”, un discurso que busca la perpetuación de la especie monárquica que estuvo unos días en peligro de extinción, la búsqueda de reactivar las conciencias anacrónicas y monárquica. Sin duda en eso sí que fue un éxito… Ahora sólo esperar años y años versiones ligeramente modificadas del que vimos hace unos días.

Discurso vacío e inútil, como la propia monarquía.

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El fin del bloqueo.

El pasado día 17 de diciembre fue sin duda una fecha histórica por sorpresa y le debía un post.

Los anuncios que de un modo simultáneo se hicieron eh Washington y La Habana haciendo públicas unas conversaciones secretas que habían desembocado en un compromiso recíproco de reconocimiento y de inicio de normalización de relaciones diplomáticas y comerciales, me emocionó.

Y a la par dejó con el culo al aire a un montón de gente a lo largo de todo el planeta.

Quiero hacer este comentario en dos partes. La primera, la positiva, la que señala que la constatación de que el bloqueo era una cosa absurda que republicanos y demócratas han perpetuado con el único fin del sufrimiento de un pueblo. La que señala que Cuba deseaba apuntarse al carro de la modernidad, dejar su mundo de los 60 y subirse a la modernidad y ciertamente al libre mercado. Y ambos encontraron el camino para terminar con esto.

Y dicen que los árbitros de todo esto fueron tanto el Gobierno Canadiense como El Vaticano. Premio para ambos.

Con su paso adelante dejaron fuera de juego a muchos, muchos, muchos… Dejaron fuera de juego a Europa, que tiene un peso ridículo en lo que a la política exterior se refiere, cerca de la nada, y dentro de Europa al país que tiene unos lazos más estrechos con Cuba, ese país del que fue colonia hasta hace poco más de 100 años. Y también quedan fuera de juego los norteamericanos rancios y los exiliados rencorosos y también Maduro.

Es para estar contento. Cuando un anacronismo se termina, es para estarlo. La normalización de las cosas, el triunfo del sentido común. Ahora hay que escuchar aquello de lo del “pato cojo” y llamar cobarde y traidor a Obama, y algunos a los que el extremismo les pueda dirán que es una gran bajada de pantalones de los Castro.

Un triunfo de la normalidad y seguro que es un buen paso para la normalización democrática en ambos países. Se abre un nuevo tiempo para Cuba, ahora es el momento de demostrar que ese pueblo preparado, ejemplo de la sanidad y la educación pública, es capaz de sobrevivir en la apertura.

El primer mérito real con carácter retroactivo del Nobel Obama. Para estar contentos.

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No creo que sean motivos políticos.

He dicho muchas veces que la derecha de este país es el Góngora de Quevedo de Montesquieu, pero que nadie lo interprete como una crítica porque ellos no lo entienden así.

De hecho, simplemente, no lo entienden. Cuando la semana pasada oía a Celia Villalobos decir que el PSOE era el que realmente estaba presionando a Lesmes para condicionar su decisión sobre el juez Ruz, que como no, terminó siendo favorable a los intereses del partido en el gobierno, era el detalle palpable de esa ignorancia.

La presión no la puede ejercer el partido en la oposición con su cuota de poder mas baja desde el inicio de la democracia.

Y esto se ha convertido en que si hace dos semanas fue el televoto del CGPJ, la semana pasada fue la dimisión del Fiscal General del Estado.

Aún así no me creo que esta renuncia haya sido por razones políticas, estoy seguro que sabía de donde se metía, cómo le iban a tratar y cómo no podía salirse de la línea marcada. No creo en las caídas de caballo a lo San Pablo.

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