In memoriam de UPyD.

El nombre puede parecer ventajista, seguro que suena así, pero prometo no decir que ya lo dije, hace tiempo ya, antes de sus mejores resultados, y antes de su inminente desaparición.

Es complicado, y también aplicable a los movimientos emergentes, eso de negar las ideologías, eso que he oído últimamente de querer ser transversales. En política puede decirse, es lo más comercial, pero es irrealizable.

Muchas son las enseñanzas que la desaparición de UPyD tiene que enseñar a la politología, quiero resumirlas.

Como pecado capital, no se puede personalizar un partido. Nunca. Nadie es imprescindible y menos en los malos momentos. En política, los malos momentos electorales son pura democracia e implica que algo no funciona, que hay algo que los electores no quieren y por lo que hay que empezar es por la cabeza. La líder del partido no lo ha entendido, y ahí quiere resistir a lo Don Tancredo mientras todo se desmorona.

Un partido tiene que ser un cúmulo de ideas y no un cúmulo de rebotados. UPyD ha sido bisagra en muchos ayuntamientos, véase la Comunidad de Madrid. Concejales cogidos a lazo entre gente rebotada de otros partidos con ansia de revanchismo y cuentas pendientes, que han dado numerosos espectáculos en forma de deserciones y escándalos varios.

Pero sobre todo, si se desea regenerar la democracia, ser el nuevo tiempo, no puede articularse un partido en torno a la idea del odio. En este caso, el odio al socialismo, que después de dar mil y una oportunidades a la líder, le acabó cortando las alas. Odio a los nacionalismos, que son una parte muy importante de lo que configura este país. Y en este caso, odio a tus propios militantes, odio a sus opiniones discrepantes, a sus intentos de reconducir la nave.

Son lecciones que hay que aprender en cabeza ajena para evitar que se repitan. Y como epílogo, es que hay que saber cuál es el último tren. Contra pronóstico y de la nada, la mano tendida de Ciudadanos se convirtió en la tabla de salvación del partido, de la idea, integrada en un proyecto emergente… La torpeza de la líder hundió esta última tabla.

La nueva ola, acabó ahogando a sus precursores. Como se ha visto, en la idea inicial había mucho que pulir.

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Cuestión de educación.

Hoy hay una huelga de la universidad española, de esas que se ridiculizan en Telemadrid, y sin duda esta vez es una de las más merecidas y necesarias de las que recuerdo.

Corría una fría mañana del 31 de enero cuando aparecía Wert a la salida de un Consejo de Ministros y anunciaba un plan de modificación de los estudios universitarios que dinamitaba la enseñanza universitaria española. La dinamitaba, eso sí, para las clases medias, para esas familias que han visto cómo su poder adquisitivo ha disminuido de un modo desproporcionado por el desempleo y los ajustes salariales.

La reforma 3+2, cuando aun no se ha terminado de aplicar el Plan Bolonia de los Grados de 4 años, y cuando ese plan tiene grandes agujeros negros, como la no homologación de las carreras técnicas de 6 años a Grado Master, por auténtica desidia de los gobiernos, o cuando miles de doctorandos andan perdidos con sus cursos de postgrado a medio hacer sin saber los pasos a seguir para terminar sus estudios, viene a devolver al sistema al punto inicial de diplomaturas y licenciaturas, con la salvedad de que ahora los dos últimos años de las “carreras largas” ya no son “gratuitos” y universales, sino que se pagan a un precio elevadísimo con entrada selectiva.

Es establecer una selección económica para que sólo tengan acceso a los estudios más completos, aquellos que tengan recursos suficientes.

A la universidad española ya se la hirió de muerte con la barra libre descontrolada de universidades privadas, sin control del plan de estudios ni de su exigencia y con acceso arbitrario. Ahora, una vez que a ese limón, ya no se le puede sacar más jugo, Wert y Gomendio han decidido darle una vuelta de tuerca más. La de limitar los títulos bonitos de la pública que resulten de este plan a aquellos con dinero, y de paso que la universidad ya no le cueste al estado. Dos de los mandamientos del clasismo liberal educativo.

Protestad, sabéis que no lo hacéis por vosotros que ya estáis dentro. Hacedlo por los que vienen y porque vuestras titulaciones tengan algo de valor en un futuro. Hacedlo porque la capacidad, el trabajo y la suerte que implica cualquier título universitario no sea sólo patrimonio de las clases acomodadas. Bastante fácil lo tienen ya.

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Malos tiempos para la lírica.

El pensamiento único persigue a quien se lo cuestiona. Y en muchos casos el pensamiento único como acaparador del sistema tiene sus herramientas judiciales y policiales, que usan sin rubor con el fin de vigilar que nadie se salga del camino.

Lo comprobamos en pequeños gestos y en gestos grandes. Ahora en España, pero no de un modo autónomo, sino siguiendo una corriente universal, se criminaliza, de hecho se “terroristiza”, la protesta; la pequeña y la grande, desde los escraches hasta un par de voces en una junta de distrito, lo leéis cada semana.

Al pensamiento único y a los que lo tutelan y salvaguardan, les viene bien la masa dócil, que no moleste. Por eso sorprende y es portada en los periódicos y en las radios, como esta mañana, las manifestaciones generalizadas contra el gobierno de Roussef en Brasil. Nos sorprende que estén manifestándose contra quienes han saqueado su país a fuerza de aprovecharse de sus recursos naturales. Y casi a mi me sorprende que no se haya aplacado a las masas violentamente…

Hasta se penalizan curiosos gestos individuales. Hace un par de semanas leíamos la detención de ocho personas que venían de combatir en Ucrania en la zona rebelde (rebelde a un golpe de estado) del este. Sorprende que se enarbole un conflicto contra la neutralidad de nuestro país, para evitar comportamientos que en otro tiempo serían novelados. Se penalizan por salirse de lo establecido y se publicita mediáticamente para amedrentar a la sociedad.

Y lo estamos viendo en este principio de año de campaña electoral permanente, en el que se ridiculiza y se menosprecia el voto por las opciones nuevas. “Que no hay que fiarse, que no han gobernado nunca” dicen… apelando al miedo, a que a la gente le aterre salir de su zona de confort…

La verdad es que la libertad individual que tanto promulga el capitalismo en lo económico, parece que no deja mucho margen a un “laissez faire” individual, que permita a cada cual no acatar las líneas marcadas.

A saber en estos tiempos cuantos kilómetros le hubieran dejado hacer al Che en su viaje en motocicleta.

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