martes, mayo 19, 2015

Conformismo madrileño.

No es que sea este un post derrotista, roza más bien el hiperrealismo, cuando se ven las encuestas que se manejan en la Comunidad de Madrid, en el Ayuntamiento de la capital, y en sus municipios más importantes.

Es otra gran diferencia entre Madrid y Cataluña que no deja de marcar las antitéticas idiosincrasias de ambas regiones, y de sus ciudades principales.

Mientras que en Cataluña, al margen de sus movimientos independentistas, han sido capaces de que las mayorías cambiasen de sentido, con voto mayoritario a diferentes partidos en las últimas décadas y cuando ahora se postula a Barcelona en comú como la primera fuerza en el ayuntamiento de la ciudad, en Madrid, aun hay casi un 40% de votantes que les parece que no hay que castigar al Partido Popular de Madrid, de la Gürtel, de los espionajes, de la Púnica o incluso más importante, del ninguneo y la humillación de la sanidad pública y de la educación pública. Ni les parece ahora, ni les ha parecido en los últimos 25 años.

Sin duda es un caso de estudio. Es el claro ejemplo de que el castigo a la derecha por parte de sus votantes no existe, parapetados en el discurso de “que vienen los otros”.

No espero mucho cambio en una semana de esa intención de voto. No espero que haya una caída del caballo colectiva que haga a los madrileños tomar conciencia de que muchas partes de la ciudad y muchos de sus servicios no son suyos ya, sino de las grandes empresas (constructoras y concesionarias que las explotan). Que se den cuenta que la que aparece como adalid del cambio es una señora que hace 3 años se retiro de la política por motivos personales, para estar con su familia, y para que de paso no le explotasen los mil escándalos de corrupción en la cara.

Mientras tanto, bailamos chotis para que se nos olviden los bailes con los agentes de movilidad.

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jueves, mayo 14, 2015

Supongo que eso no será populismo.

La verdad es que escribir un post en plena campaña electoral no tiene mucho mérito, hay mil temas, mil discusiones, mil propuestas absurdas, sobre las que poner el foco.

Pero quiero hacer una reflexión general, sobre las formas de hacer política.

Estas elecciones son particulares, lo son, porque existen dos partidos emergentes que amenazan con tamizar de un modo considerable los porcentajes de los grandes. Se les acusa (a unos más que a otros) de falta de experiencia de gestión, de bisoñez política… pero sin duda son los que están haciendo una campaña más digna. Por nada más que por no seguir los estándares vergonzosos de lo que es una campaña como la conocemos.

Supongo que a las propuestas ridículas como las de las batallas marinas en el Retiro de Carmona, o el reparto de condones del alcalde de Getafe Soler, o el paseo en bicicleta ridículo de esta mañana del cartel del PP en la capital para ahora y para noviembre, no se le podrá llamar populismo.

Supongo que lo de inaugurar cualquier cosa que se ponga por delante, para dar apoyo al empresario, o aprovechar cualquier acto donde se reúnan más de 100 personas para una foto y unas palabras dará votos, o al menos los daba, pero espero que eso ya a la ciudadanía no le valga. Espero que en 10 días, cuando se vote, se vote por una voluntad de gestión y me gustaría que se votase también para condenar el saqueo del país en todas las instancias.

Supongo que lo abrazar a gente diferente por la calle, pararse con los discapacitados a echar unas palabras, no será populismo tampoco… Ellos lo hacen todos los días en Zalacain…

No sé, a veces, esa palabra la tengo un poco confusa.

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lunes, mayo 04, 2015

Ciudadanos, la jugada maestra.

Me imagino hace media docena de meses, reunida en una mesa la oligarquía económica protegida por el poder establecido en España, preocupada por los porcentajes de voto de PODEMOS que las encuestas esbozaban.

Buscando soluciones la fórmula era clara. “Necesitaremos un partido sin pasado, que nos defienda y siga protegiéndonos, sin alterar el status quo, pero caras nuevas y nuevas siglas. Es una cosa rápida, sólo una legislatura, a lo sumo dos, luego la situación se estancará, los casos de corrupción no serán tan frecuentes y podemos seguir viviendo sin sobresaltos de la alternancia habitual” Y de esa olla de conjuro emergió Albert Rivera y su Ciudadanos.

Desde ese momento, el partido fue fagocitando pequeños partidos políticos municipales y regionales, para convertir un partido catalán en nacional y los poderosos empezaron a hacer alabanzas a la figura y a la idea del partido que Albert traía. El lanzamiento mediático fue una copia acelerada al de PODEMOS, con Berlusconi moviendo los hilos de Mediaset para que el lanzamiento fuese contemporáneo al linchamiento público al partido de Pablo Iglesias.

Las encuestan dicen que el plan está aparentemente funcionando. El voto descontento del PP ya no hay riesgo de que acabe en PODEMOS, está canalizado. Aquellos que ya ven a Pablo Iglesias con cuernos y rabo también tienen una cara nueva a la que votar.

Ciudadanos, al contrario que su precursor y ahora fagocitado UPyD sí tiene ideología, es un recambio liberal para el PP, desgastado por la corrupción masiva… Pero las raíces son similares. Un partido con un odio visceral a la diversidad del estado español y con la peculiaridad de que los derechos de las clases desfavorecidas, la defensa de la clase trabajadora y el cambio del sistema les importa una mierda.

Las elecciones andaluzas les vinieron de perillas Ahora, pueden apoyar a Susana Díaz con su abstención y evitar el desastre de la repetición de las elecciones, para poder luego justificar una política de pactos mucho más escorada a la derecha, diciendo que favorecen la gobernabilidad. Ellos serán el garante del bipartidismo tradicional, con matices, pequeños, de forma mucho más que fondo.

No les va a dar resultado. Esa masa de votantes del PP que aparentan apoyar a Ciudadanos en los sondeos, volverán a la fidelidad legendaria a sus siglas y con la mano en la nariz dejarán su voto al PP que obtendrá mejores resultados de lo que se prevé en las encuestas en tres semanas, y Ciudadanos se desinflará un poco, no mucho, porque estará cumpliendo su labor, para el que fue estratégicamente diseñado.

Al fin y al cabo, Rivera, con 36 años, lleva 9 en cargos políticos ya, desde los 27. Es un profesional de un sistema que no piensa en retocar ni un ápice. Cuando se había atisbado el camino de cómo cambiar las cosas, nos han metido con calzador el recambio, no el cambio, y de momento con éxito.