La peligrosa amnesia colectiva.

La pasada semana comía con un buen amigo de la familia, que me recomendaba una cosa para cualquier situación de dificultad colectiva, muy aplicable para salir de este mal momento económico: “Si cada uno de los que estamos preocupados por la crisis, dedicásemos una hora al día en pensar qué podemos personalmente hacer para salir de ella, no duraría más de un mes”

Es un buen y seguro utópico ejemplo de la capacidad de lo colectivo.

Quiero reflexionar al respecto, porque de repente, que el mundo caiga en la cuenta de que existen once millones de personas en el desafortunadamente llamado “cuerno de África”, no deja de ser curioso. Que hasta ahora nadie tuviera en su mente que esta zona oriental del continente africano estuviese sufriendo la peor sequía en los últimos 60 años, es un ejercicio de amnesia colectiva digno de estudio, es el mismo consejo que me dio mi amigo, pero al revés.

Estos días, en los que la situación se ha convertido en insostenible, hemos descubierto mil y una voces de portavoces de ONGs y de entes de cooperación internacional que denunciaban que las llamadas para la colaboración han sido numerosísimas durante los últimos meses, y nuestro mundo, el mundo occidental hacía conjuntamente oídos sordos.

Nadie se paró a pensar ni una sola hora dónde podía haber un enorme colectivo de sufridores pasándolo realmente mal.

Entonces esta semana cuando se ha comenzado a mandar reporteros a la zona, que vendrá acompañada de sus reportajes la semana que viene, pasará igualmente de rápido a la amnesia colectiva, al lado de tantas otras desgracias humanitarias que serán recordadas de nuevo en los reportajes de final de año.

No me convence nada este sentimiento, mucho menos que el razonamiento que iniciaba el comentario, y voy a terminarlo con una sentencia que aunque un poco demagógico me ha hecho pensar en exceso y que une de un modo un poco cruel la desgracia africana con la atroz matanza noruega, y es que mientras que los muertos de Oslo descienden al ser contados, los del Cuerno de Afríca han crecido mientras que yo escribía, mientras que tú leías esto.

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El canto del cisne de MINTRA.

Desde el despido de Jesús Trabada hace un par de semanas, se ha ido preparando poco a poco el acta de defunción de MINTRA, el ente público regional encargado de la construcción y gestión de líneas de Metro en la Comunidad de Madrid desde hace 12 año.

Este ente público se creó en época de la presidencia de Gallardón en la Comunidad de Madrid, con el fin de que la deuda de MetroSur no computase en las arcas regionales, un ejercicio contable muy gallardoniano, la verdad. A partir de ahora los 60 trabajadores y los contratos pendientes pasarán a depender de la Dirección General de Infraestructuras de la consejería de Transportes. En este sentido, la excusa del ahorro se queda ampliamente coja.

Sin duda, que la sombra de la privatización de todo eso que ahora gestiona MINTRA, instalaciones y líneas y que ahora alquila a Metro de Madrid, es alargada. La gran deuda de la sociedad y el ansia privatizador de los gobiernos conservadores, no deja lugar a mucha duda.

El final de MINTRA es el final de la época dorada de la construcción subterránea en la capital. De una época donde Madrid, con sus sombras, de opacas adjudicaciones, de caprichosas decisiones personales, de poco útiles puestos de asesoría, incluso de un excesivo poder de la rama arquitectónica, fue ejemplo mundial de cómo modernizar y ampliar una red de infraestructuras, a base de un trabajo ímprobo y unos técnicos muy cualificados y estajanovistas.

Políticamente MINTRA no dejó de ser un instrumento político, una prueba enorme del populismo conservador de la capital del estado, que se usó para potenciar municipios y zonas de crecimiento al dictado de ansias electorales. ¿Quién no recuerda las prisas para abrir las líneas en los abriles electorales, o las fastuosas inauguraciones de estaciones…

Qué tiempos aquellos… por lo bueno y por lo malo, por todo… Descanse en paz.

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El cuarto poder, el primer poder.

Faltaría quizá un subtítulo una línea más arriba, diciendo algo así como “sobre todo en época pre-electoral”

Supongo que a nadie le está pasando inadvertido el escándalo de corruptelas varias que asola estos calurosos días de julio Inglaterra, cuyo principal protagonista es el macro periodista de más poder en el globo, Rupert Murdoch, que todo sea dicho tiene entre sus consejeros al ex presidente Aznar, que anda bastante más calladito que de costumbre. Desde luego es más que curioso ver como un magnate de los negocios periodísticos, omnipotente deriva responsabilidades y escurre el bulto culpando a sus lacayos, entre los que se encuentra su propio hijo.

Casualmente, las acciones de su grupo hoy han subido hasta un 7% después de su brillante actuación ante la Cámara de los Comunes. Pero suena muy sórdido todo esa mezcla de amarillismo, junto con demasiadas entrevistas con políticos… raro aunque no sorprendente.

Aquí en territorio patrio alguno quiso ser Murdoch hace bastantes años ya. Con aquello del “sindicato del crimen” haciendo un pseudo periodismo de investigación e intentando hacer cambiar la política con periodismo ficción… pero no es el caso, reconozco que éste ha sido un palo gratuito.

Me preocupa mucho más el cariz, por no decir deriva, que parece asolar al grupo PRISA. Ayer nos levantábamos con un editorial en El País y un artículo de opinión de Cebrian donde decidió cobrarse todas las batallas semi perdidas de los últimos ocho años, donde no se ha sentido la reina de la colmena periodística y se ha visto un tanto relegado por Zapatero.

En un acto de mucho revanchismo, y poco sentido de estado, clamaba por un adelanto electoral a la vez que pataleaba contra el presidente saliente. Dicen las malas lenguas que es un modo de comenzar con buen pie frente al nuevo candidato socialista, que piensa que nunca le va a fallar. Pero… flaco favor le hace a la objetividad informativa incluso a la misma izquierda si hay que preparar la parrilla de salida así…

Y de paso que alguien me explique el despido de Carnicero de la SER, todo en una misma semana, parece, que se indigesta el verano.

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¡Ya está bien!

Siempre he admitido en estas mismas líneas que ninguna ideología es mala “per se”. De hecho, si no lo es tampoco deberá ser su forma de gobernar.

SI el Tribunal Constitucional, enmendando una soberana cagada del Supremo que iba a poner a España como ejemplo de la intransigencia política y la no separación de poderes, validó las candidaturas de Bildu, ahora no podemos ponernos a temblar sobre el modo de gobernar que tendrá la izquierda abertzale.

Los ciudadanos, cerca de tres centenares de miles, les han confiado una serie de instituciones, a sabiendas de que serán rigurosos con el medio ambiente en las obras públicas en Euskadi, de que van a luchar institucionalmente por el acercamiento de presos, y por convencer a la mitad más uno de los vascos para que secunden la independencia, esto es soberanía popular.

Si vale para todos los demás, ¿por qué no para lo que han escogido unos ciudadanos soberanos en su libre ejercicio de votar?

Ahora estamos atentos, están atentos constantemente a si dejan entrar a los escoltas en los ayuntamientos (medida de la que fue precursora el no-demócrata Odon Elorza) o de tonterías como las banderas en los balcones de las casas consistoriales, pequeñeces con el ánimo de poner ramas en el bosque de la opinión pública para que no vean el bosque de la pacificación de Euskadi.

A ciertos votantes, a ciudadanos libres, la justicia les permitió tener una opción política para que ejerciesen su voto, no sé por qué tienen que ser juzgados por próceres desde fuera de sus municipios. Que no nos de miedo el resultado de las urnas, que no nos dé miedo las políticas que salgan de las urnas. Yo me lo aplico a las políticas atrozmente capitalistas que comenzaron el sábado, que el resto de la sociedad no le tengamos miedo a otra forma de gobernar por la que sus electores optaron.

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