jueves, febrero 04, 2010

Haití, demasiado complicado para no ser cierto.

Como a casi nadie se le escapa a estas alturas de la película, el pasado 12 de enero un terremoto hizo añicos la parte oeste de la isla de La Española. En cierto modo, fue un toque de atención de uno de los países más pobres y desorganizados del planeta a nuestras conciencias y es cierto que, como es habitual en estos casos, la ayuda internacional ha llegado a borbotones al país caribeño.

Pero parece que no aprendemos. Catástrofe, tras catástrofe, la comunidad internacional no sabe gestionar esa avalancha de… solidaridad.

Durante estas últimas tres semanas, las imágenes del caos que se enviaban desde Haiti al mundo, han sido abundantes y a la par bastante sobrecogedoras. Creo, que como siempre, el mal llamado primer mundo ha querido imponer su modo de reparto, su modo de gestión, sin escuchar a la población ayudada, haciendo que la eficacia de las ayudas se redujese hasta límites insospechados.

Creo positivamente que la falta de coordinación y hasta de información de los organismos internacionales sobre la asistencia humanitaria, sobre la sociedad haitiana y la incapacidad para ser estrictos con los entes públicos y privados que han, prácticamente abordado la isla, ha sido flagrante. Por ejemplo, la ayuda, que se acumula en los aeropuertos de países cercanos, (que realmente sí están haciendo su “agosto”), es distribuida en enormes camiones, no aptos para el noventa por ciento de las carreteras haitianas, pero más cómodo y rápido para aquellos que atienden a la población y más rentable para los que ponen esos medios a disposición de las entidades estos medios, y al igual que este, una infinidad de ejemplos, acerca de la desproporción de la ayuda, de la desigualdad de trato a diferentes zonas del país, etc…

Haití, ahora, debe reconstruirse, social y físicamente. Los medios han llegado y será más o menos caro, largo y penoso. Creo que el dinero está llegando, para poder lograr este fin.

Pero de cara a futuras actuaciones, también debe reconstruirse la capacidad de los organismos internacionales competentes, ya sea directamente la ONU o cualquiera de sus cuerpos satélites, para poder afrontar estas situaciones de tal modo que se pueda mantener la paz física y social del pueblo a ayudar. Desgraciadamente el futuro nos va a dar muchas oportunidades para ir aprendiendo.

 

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