¿Recordáis que hace un par de años, cuando la cosa económica fluía, había un revuelo social brutal? ¿Qué los obispos y la derecha salían de la mano a “defender la familia” contra la aberración del matrimonio gay? Y ahora, ¿qué queda de eso? ¿Alguien se pregunta si al final la gente del mismo sexo se puede casar?
Pues, amigos, voy a decir que queda de eso. Lo que queda es que nuestro país fue el pionero, el precursor y el adelantado de una medida que tenía tanto sentido común como enemigos. Lo que queda es la imagen de los Acebes y compañía clamando contra el fin de la especie, de un modo que roza el ridículo. Hoy, si miramos a nuestro alrededor, el matrimonio gay es un hecho en casi toda Europa e incluso cada día en más estados de EE.UU.
Ayer, la imparable ola, llegó a nuestro vecino país Portugal. Con la única novedad de retirar del Código Civil la expresión "de sexo diferente" en la definición de matrimonio la legalización fue un hecho.
Aquí, también, los mismos, han hecho una dura campaña de oposición y anuncian manifestaciones y protestas para las próximas semanas. No descartéis ver algún obispo excursionista español en las protestas, la cerrazón es tan tozuda como arrasador el sentido común.
Puede ser que con la que está cayendo en el mundo económico, estos asuntos de marcada corriente ideológica hayan pasado a un plano marginal, pero este no es más que la punta de iceberg. Cada una de las medidas que en estos años se han ido aprobando a favor de la libertad de pensamiento y acción individual (divorcio, ampliación del aborto…) son un alud imparable. Es posible que ahora, hasta que la situación económica mundial se tranquilice, poca gente le preste atención a esto. Para mí, es una pequeña demostración de que el oasis ideológico no es malo en tiempos de travesía por el desierto.
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