domingo, febrero 23, 2014

Vistiendo golpes de estado.

Bien sabéis que no soy excesivamente “cospiranoico”, pero las vidas paralelas de las revoluciones opositoras de Ucrania y Venezuela son más que sospechosas.

Y a fe que no me queda más remedio que afirmar, que lo que más me hace sospechar es la inusitada alegría, ilusión y regocijo con la que Europa y EEUU las están recibiendo.

Llevamos una semana en la que hemos decidido que la democracia no vale. Un parlamento ucraniano escogido hace menos de dos años y un presidente al que la población le votó por encima del 55% ni siquiera hace un año, no son dignos de llevar los designios de sus países porque no firman tratados de colaboración con la Unión Europea ni se pliegan a las políticas generales norteamericanas respectivamente.

Casualmente, ambos países son claves desde el punto de vista energético, Ucrania como país de paso del gas ruso y Venezuela por su ingente riqueza petrolífera.

El caso es que tras unas protestas ciudadanas, de las que aquí en España acaban con intervención de los anti disturbios, cientos de detenidos y leyes ad hoc para que sean criminalizadas de forma inmediata, ahora se aplauden sin mesura y se da la bienvenida a nuevos gobiernos no votados como en el caso ucraniano o se convierte en figura mundial a un tal Leopoldo López para que sea el adalid del primer mundo contra el post-chavismo.

Lo de Venezuela viene de atrás. La política incómoda de Chaves y ahora de Maduro no gusta en Washington y levanta recelos en Europa por ser inestable para las inversiones neocolonialistas de ambas “potencias”. Lo de Ucrania es un polvorín. Un país dividido entre pro-rusos (mayoritarios en las últimas elecciones que ahora conviene pasarse por la entrepierna) y europeístas, es ahora regido por un gobierno de pseudo concentración no votado. Eso en mi vocabulario se llama golpe de estado, ahora, por lo que parece ando equivocado.

La verdad es que fundamentalmente en el Pentágono, estas dos semanas deben estar desbordados…

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