A nadie se le escapa que el pasado diciembre se vivió uno de los conflictos laborales con mayor repercusión social de épocas recientes. Los controladores aéreos decidieron no trabajar, aduciendo enfermedades inexistentes, ansiedades y depresiones dando un triste espectáculo que afortunadamente ahora se dirime en los tribunales.
Ahora son los trabajadores de AENA los que amenazan con 22 días de huelga en protesta por la privatización de su empresa estatal, en una medida de obtención de liquidez que no hace más que dilapidar patrimonio público. Casualmente los paros incluyen el miércoles, jueves y domingo de Semana Santa, varios puentes de mayo y algunos días de operación salida en los meses de verano, amenazando con un grave perjuicio para los ciudadanos en fechas tan sensibles.
Ambos conflictos tienden a equipararse, de un modo tan injusto, tan irreal y tan desacertado que parece hacerse de mala fe.
Desde aquí nunca le he negado a ningún trabajador su derecho a la huelga, aunque esos trabajadores sean privilegiados como los controladores, pero lo que ellos hicieron el pasado diciembre no fue una huelga, fue una extorsión al estado con la opinión pública como rehén. Los trabajadores de AENA buscan que sus puestos de trabajo no peligren, asentar unas bases para el momento “post privatización”, lícito. Además, esta huelga es anunciada a tiempo suficiente, en forma y manera que respetan tanto a “su enemigo” el Gobierno como a “los sufridores” los viajeros y las compañías aéreas.
Aprovecho para reiterar que no estoy en absoluto de acuerdo con la privatización de AENA, es una joya del estado, patrimonio de todos, que no debe dilapidarse en épocas de crisis, sabiendo que va a ser malvendida aprovechando la situación de necesidad de las arcas públicas. De hecho, aunque de puertas hacia dentro los trabajadores de AENA estén peleando por asegurar su trabajo, también forma parte de sus reivindicaciones la paralización de la privatización, apoyo ambos fines, y aplaudo el ejemplo que están dando a algunos compañeros de aeropuerto en su convocatoria de huelga, en forma y fondo.
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