Como regalo previo a la Diada, el pasado martes se hacía público que por primera vez en la historia, el aeropuerto de El Prat superaba en clientes a Barajas.
Se han esgrimido una multitud de factores y la diferencia ha sido de apenas 100.000 pasajeros a favor del aeropuerto barcelonés, pero la estadística ahí queda. Dentro de estas causas está el descenso de turistas en la capital, la hipercentralista red de AVE pero sin duda la causa principal es, y lo digo exagerando un poco, que Barajas se está “castellonizando”. El brutal desmantelamiento de IBERIA, que convierte día a día la suntuosa Terminal 4 en un edificio cada día más fantasma, ha producido tal reducción de vuelos de la aerolínea, a nivel general y con origen o destino Madrid en particular, que el aeropuerto madrileño ha visto caer en picado su número de pasajeros desde principios de año en cerca de un 15%.
La política nacional e incluso muchas de las comunitarias, en lo que aeropuertos se refiere, ha sido un absoluto desastre desde hace mucho tiempo. La falta de un Plan Nacional de Infraestructuras consensuado con todas las Administraciones ha propiciado una voraz carrera a la caza de aerolíneas de bajo coste que hace pendular, al capricho de Declan Ryan, los tráficos de pasajeros y la clientela de los pequeños aeropuertos de las capitales de provincia. A esto se le añade el problema de cómo British Airways ha fagocitado IBERIA, a lo que algunos le llamaban fusión y el resultado lo volvemos a pagar los ciudadanos. Pero no sólo hablo del dinero de los impuestos despilfarrado en instalaciones, sino observando con asombro como tenemos un servicio tercermundista, que mientras las tarifas suben y suben, el abanico de destinos a los que se puede volar desde los distintos aeropuertos patrios de un modo directo se reduce hasta límites inimaginables.
Con todo esto y estando en el trasfondo la privatización de AENA, los ojos están puestos en Air Europa, que aspira a suceder a IBERIA como aerolínea nacional de referencia, pero desde un punto de vista menos idealista en lo que a las relaciones ciudadano – trabajador – aerolínea se refiere, presumiblemente.
La escasez de planificación y las decisiones precipitadas, tanto políticas como empresariales nos avocan a un mercado en el que casualmente Lufthansa, el gigante alemán de la aeronáutica, gana enteros como aerolínea europea de referencia, quizá dentro de poco la única alternativa de calidad.
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