¡Ya está bien!

Siempre he admitido en estas mismas líneas que ninguna ideología es mala “per se”. De hecho, si no lo es tampoco deberá ser su forma de gobernar.

SI el Tribunal Constitucional, enmendando una soberana cagada del Supremo que iba a poner a España como ejemplo de la intransigencia política y la no separación de poderes, validó las candidaturas de Bildu, ahora no podemos ponernos a temblar sobre el modo de gobernar que tendrá la izquierda abertzale.

Los ciudadanos, cerca de tres centenares de miles, les han confiado una serie de instituciones, a sabiendas de que serán rigurosos con el medio ambiente en las obras públicas en Euskadi, de que van a luchar institucionalmente por el acercamiento de presos, y por convencer a la mitad más uno de los vascos para que secunden la independencia, esto es soberanía popular.

Si vale para todos los demás, ¿por qué no para lo que han escogido unos ciudadanos soberanos en su libre ejercicio de votar?

Ahora estamos atentos, están atentos constantemente a si dejan entrar a los escoltas en los ayuntamientos (medida de la que fue precursora el no-demócrata Odon Elorza) o de tonterías como las banderas en los balcones de las casas consistoriales, pequeñeces con el ánimo de poner ramas en el bosque de la opinión pública para que no vean el bosque de la pacificación de Euskadi.

A ciertos votantes, a ciudadanos libres, la justicia les permitió tener una opción política para que ejerciesen su voto, no sé por qué tienen que ser juzgados por próceres desde fuera de sus municipios. Que no nos de miedo el resultado de las urnas, que no nos dé miedo las políticas que salgan de las urnas. Yo me lo aplico a las políticas atrozmente capitalistas que comenzaron el sábado, que el resto de la sociedad no le tengamos miedo a otra forma de gobernar por la que sus electores optaron.

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