Pensaba pasar por encima del Congreso del PSOE que se celebró el pasado fin de semana en Sevilla, no porque las alternativas no fuesen buenas, que personalmente lo son, sino porque lo que debería salir de un evento como ese, no es una cara y un equipo, sino una política, un programa unas ideas.
El problema es que el morbo del Congreso estuvo en las caras, en conocer los ganadores y los perdedores, en preguntar a los derrotados, a los que quedaban fuera de las listas, por su futuro político. Y así entre preguntas “salsa-roseras” los periodistas tuvieron carnaza cuyos coletazos sufriremos toda esta semana.
Pero hubo un hecho puntual que me hizo cambiar de opinión y fue el momento retrasmitido por todas las televisiones, de cuando se supo el ganador de la votación a Secretario General. Primero las carreras, la incertidumbre, luego esos abrazos, esos alaridos, esos gestos de alegría, de simples congresistas, de cerca del millar que a costa del partido pasaron un bonito fin de semana en Sevilla… No es por ser crítico, pero ¿Cuántos estaban celebrando el giro del partido hacía los postulados de UGT? ¿Cuántos celebraban el no-triunfo de las políticas económicas de Hollande? ¿Cuántos gritaban por algo que no fuese su propio futuro personal?
El caso es que no me resisto a contar someramente, para el conocimiento del gran público, lo que un afiliado de una agrupación madrileña debía pasar para estar votando su Secretario General del Partido. En una agrupación de 500 afiliados, había dos listas oficiales, totalmente cerradas, de 33 personas, cualquier alternativa necesitaría de esos 33 afiliados para presentarse. Los escogidos fueron al mal llamado “congresillo del PSM” de ahí se escogieron 79 congresistas, que fueron a Sevilla, a dar alaridos o a poner cara de pena, según le hubiera indicado su gurú político correspondiente en Madrid.
Por supuesto, en las listas primitivas estaban los de siempre, los colocados por los poderes fácticos locales de cada una de las Agrupaciones, igual que en las siguientes listas, igual que en todas las listas.
¿Veis? Esto último es por donde hay que empezar para cambiar el primer partido político de la izquierda en España. Que se empiece por ahí, que se defina la política económica que se defenderá, que se debatan ideas, grupos de expertos, propuestas serias, de lo general a lo particular. Mucho más que eso de las “primarias a la francesa” Es mucho pedir, pero o se intenta refundar el PSOE a partir de la verdadera democracia interna, o el desanimo del militante se contagiará al votante, hasta el contagio final o viceversa.
4 comentarios:
Alfonso, comparto el sentir pesimista que transmites. Sin pretender nada, te informo de lo que me dicen: de los 79 delegados/as de Madrid,la facción mayoritaria no recibe indicación alguna de voto.
Para evitar que estén en las listas lo mejores posicionados debido a varios factores, es urgente que se vote en lista abiertas y desbloqueadas. Los militantes de todos los partidos nos merecemos ese derecho. Más aún, en el PSOE.
Saludos cordiales. El domingo otra vez.
Efectivamente Antonio. La verdad es que hasta que no se vote en listas abiertas, desbloqueadas y "despadrinizadas" todo esto será lo más parecido a un sainete democrático.
Como bien dices, el domingo otra vez, pero... sin saber candidaturas finales, sin saber las alternativas, ni los programas de las mismas... Es elegir por elegir. Porque quienes mandan no lo ven más allá que un mero conteo de fuerzas, penoso.
Un abrazo y gracias por tu comentario.
Estoy de acuerdo con tu análisis y con el comentario de Pulido. Esta democracia interna de listas cerradas no permite que afloren los mejores. Todo se basa en las relaciones de amistad. Si tu apuesta no gana, te quedas fuera con todos los tuyos. El ejemplo de Madrid parece claro: T. Gómez criticó la falta de integración de la ejecutiva de Rubalcaba, pero él mismo hizo lo propio cuando ganó a Trinidad Jiménez.
Así que ¿cuál es la fórmula?
Alfonso, en mi opinión, das en el clavo de lo que debe movilizar a los militantes (no necesariamente a los votantes; eso, vendrá después) de un partido de izquierdas.
No se puede renunciar a una serie de axiomas que generan grupo, ilusión y cohesión. Democracia interna para elegir libremente a los mejores, tanto para la gestión interna como para la difusión posterior del mensaje; programa económico discutido y objetivos sociales viables, serios y concretos; en fin, empuje, ilusión y convicción de que se puede y debe cambiar lo que está mal en la sociedad; pero sin ceder un ápice en juzgar la honradez de los postulados y de los comportamientos personales;...
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