El aborto, las campañas y la Semana Santa.
Parece que últimamente sólo me da por los temas eclesiásticos, curiosa paradoja declarándome como católico y dado que últimamente no cejo en el empeño de poner a la perdida y anticuada curia en su sitio, ahora con el aborto. No será así, tengo pendiente una pequeña reflexión sobre las comisiones de investigación inútiles que sólo valen para aumentar las dietas de los políticos sin sentido, lo que se llama malversación de fondos públicos.
La pasada semana se hizo pública la enésima y penúltima campaña patrocinada por la Conferencia Episcopal, casualmente en un acto casi simultáneo a las sandeces de Benedicto XVI por el África negra.
Los carteles, ya los habéis visto. Un horrible y desacertado símil fotográfico entre un cachorro de lince y un bebé. Un desatino. Las explicaciones a la campaña, tan pueriles, tan pobres y tan tristes como las declaraciones de lamento por la cura de ese niño sevillano gracias a las células madre de su hermano seleccionado genéticamente.
El tema del aborto tratado por hombres, únicos “iluminados” y elegidos como mandatarios de la Iglesia católica, es tan poco fiable como una crónica de toros hecha por Carod Rovira. No se puede hablar ni un segundo del aborto sin estar en la piel de la mujer, de las mujeres. Ellas llevan la voz cantante, aunque ciertamente no la única, en el tema del aborto y creo que la mayoría de ellas se manifiestan, en todos los ámbitos posibles, por la libertad de elección, por su libertad.
Ahora para poner la guinda del desatino, las cofradías de Semana Santa de Córdoba y de Málaga han decidido apoyar la campaña con lazos blancos que lucirán sus pasos. ¡Qué error! La Semana Santa que, dado su carácter de fiesta popular, había tenido la suerte de que nunca había sentido cuestionado el derroche de medios públicos y de ocupación de espacios públicos que las procesiones implican y que pagan creyentes y no creyentes, ha decidido ponerse la camiseta de lo rancio.
No me queda otra cosa que señalar que una medida de esas sólo pone de uñas a la sociedad contra las procesiones y la tradicional Semana Santa. Pero no sólo a los que pasan del tema y están en su sillón viendo deporte, mientras se oyen los clarines procesionales, sino a los que llevan sus pasos, gente llana, que ansía participar con su santo, su virgen o su paso, y que no quieren que mueran millones de africanos por no usar preservativos y que dudan si los polvos, sólo de por sí, son generadores de alma… y si dos células son ser humano.
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