viernes, febrero 22, 2013

Los secretos.

Que la información es poder, no me cabe duda. Que la esclavitud de lo que se ve o se escucha es la de mayor calado de las conocidas, tampoco. Al hilo de estas afirmaciones, divergen los comportamientos entre lo humano patrio y lo divino vaticano, ante la misma amenaza. Me explico.

Se dice en los mentideros periodísticos que la dimisión del, aun Papa de la Iglesia católica, Benedicto XVI obedece a las informaciones que le llegan de los comportamientos de sus subalternos, lejos de la perfección vaticana. Se habla, como si de alguna conocida novela de Umberto Eco se tratase, de una colección de pecados capitales que bien sea en solitario o en grupo hacen que el pontífice alemán haya decidido que sus súbitos no son merecedores de su tutela. Valiente decisión si se encuentra la situación desbordada o por lo alejado de los valores que el líder de cualquier grupo debiera defender.

Sin duda, es una de las acciones de responsabilidad más controvertidas y dignas de estudio de las que viviremos en tiempo, pero también habrá quien la tildará de escasa de valentía, de cobardía a la hora de enfrentarse con los problemas internos.

Si aplicamos a lo terrenal, a lo patrio, este comportamiento, me viene a la mente la seguro más acertada frase del líder de la oposición en el manido debate del Estado de la Nación, al que por otro lado todo el mundo se apremia ahora a golpear con fiereza, que dijo aquello de «¿Cree usted de verdad que se puede gobernar un país en crisis estando pendiente de que al señor Bárcenas le entre un ataque de sinceridad?».

¡Qué frase más acertada!. Imagino cada mañana al Presidente y sus aláteres precipitándose sobre los periódicos cada mañana para saber qué cara y qué corbata ponerse para salir de Moncloa. No se puede tomar medida alguna con una espada de Damocles de tal envergadura y aunque a veces la inacción es un buen camino, sobre todo cuando las cosas van bien, os garantizo que seguir poniendo fruta en el frutero sin eliminar la fruta podrida y sus restos no vale más que para unos pocos días.

Entre una actitud y otra veo claro quien ha sido más consecuente y más valiente. O destapar todo sin mentiras ni ambages o dimitir.

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