domingo, octubre 27, 2013

Lampedusa, 5 días de noticias.

Sé perfectamente que estas entradas son un brindis al sol. Mil veces he contado lo injusto que me parece que medio mundo estén pendientes de un atentado en Boston en el que mueren tres personas y no en casos sangrantes de injusticia humana y muerte incontable de inocentes, como Siria, como los continuos atentados en Irak (de directa responsabilidad de occidente) o como lo que pasó la semana pasada, los centenares de inmigrantes fallecidos intentando alcanzar el “primer mundo”.

En unos pocos días, durante la pasada semana mientras los focos estaban puestos sobre este aspecto, han muerto frente a las costas de Lampedusa casi cuatrocientos inmigrantes africanos, muchos de ellos niños, que trataban de llegar a Italia, para llegar a la Unión Europea.

Ni que decir tiene que creo que hay muchas cosas que se pueden controlar desde aquí, desde Europa. Estoy seguro que la Unión Europea puede vigilar las costas africanas como las propias, que puede promoverse una campaña conjunta para evitar estos desastres desde su origen, pero no compensa. No hay premio electoral.

Lo más curioso, y lo que más me llama la atención, y que de hecho enseña la realidad de lo que es Europa para estas cosas. A los muertos les han concedido a título póstumo la ciudadanía italiana, mientras que a los vivos, a los rescatados, a los que se llevan imágenes en la mente de difícilmente olvido a lo largo de sus vidas, son acusados de inmigración ilegal y 500 euros de multa.

No hay mucho más que decir, sino que quiero poner ya ni siquiera mi foco, sino mi linternilla, encima de este tema, que no se nos olvide, pasada ya la eternidad de un par de semanas. Que aunque nadie corra un maratón con lazos o brazaletes negros, esas vidas valen lo mismo que las nuestras y ellos se la han jugado y la han perdido por pelear, por luchar por un futuro mejor, nada de hobbies, sólo vida.

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