El socialismo y los premios Carlomagno.
Ayer se entregaron en Aquisgrán los prestigiosos premios Carlomagno, reconocimiento internacional a aquellos que se han significado por hacer una reconocida labor pública a favor de la unidad europea.
España cuenta desde ayer con cuatro premiados: Salvador de Madariaga, Juan Carlos de Borbón, Felipe González y Javier Solana. El último de los premiados fue Solana, al que se le han reconocido sus méritos europeístas, encabezados por la digna posición adoptada en multitud de ocasiones como representante de la política exterior europea. Para la izquierda el pleno es casi total. (Dando por sentado la condición apolítica del monarca). “Casualmente”, muchos medios de comunicación no se hicieron eco alguno de este hecho.
La idea del galardón nació en un comerciante de la ciudad de Aquisgrán, el Dr. Kart Pfeiffer, que había fundado un círculo cultural con el nombre de ‘’Corona Legentium Aquensis’’ con la intención de fomentar el diálogo entre los políticos, los científicos y los personajes culturales de toda Europa. Al poco tiempo de la creación de dicho foro, él mismo anuncia la creación de un premio que bautiza con el nombre del emperador Carlomagno quien en el siglo VIII había fijado su residencia en Aquisgran. Este premio ha ido virando su rumbo hasta convertirse en el galardón de referencia del europeísmo.
El palmarés de españoles premiados deja a las claras dos cosas; la primera es la vocación europeísta de la izquierda española y por otra la lejanía de la derecha del sentimiento europeo. Muchas veces desde este mismo “atril” he cuestionado el vigor de las instituciones europeas y la capacidad de sus dirigentes para convertirlas en el motor mundial a todos los niveles que Europa se merece. He cuestionado su papel tenue en las crisis bélicas, he criticado con dureza su mirar hacia otro lado y su permisividad con los judíos... pero hay una cosa incuestionable: el avance de cada uno de los estados de Europa pasa inexcusablemente por la Unión Europea, por sus regulaciones y por sus mecanismos internos.
Su operatividad y su eficacia es algo por lo que todos los europeos tenemos que pelear y me enorgullece poder ser parte de esa izquierda europeísta que tiene a gala querer ser motor de la Unión, como lo fue al ser el primer estado miembro en votar la constitución europea, a pesar del posterior fracaso.
Además de todo esto, enhorabuena Javier.
Ayer se entregaron en Aquisgrán los prestigiosos premios Carlomagno, reconocimiento internacional a aquellos que se han significado por hacer una reconocida labor pública a favor de la unidad europea.
España cuenta desde ayer con cuatro premiados: Salvador de Madariaga, Juan Carlos de Borbón, Felipe González y Javier Solana. El último de los premiados fue Solana, al que se le han reconocido sus méritos europeístas, encabezados por la digna posición adoptada en multitud de ocasiones como representante de la política exterior europea. Para la izquierda el pleno es casi total. (Dando por sentado la condición apolítica del monarca). “Casualmente”, muchos medios de comunicación no se hicieron eco alguno de este hecho.
La idea del galardón nació en un comerciante de la ciudad de Aquisgrán, el Dr. Kart Pfeiffer, que había fundado un círculo cultural con el nombre de ‘’Corona Legentium Aquensis’’ con la intención de fomentar el diálogo entre los políticos, los científicos y los personajes culturales de toda Europa. Al poco tiempo de la creación de dicho foro, él mismo anuncia la creación de un premio que bautiza con el nombre del emperador Carlomagno quien en el siglo VIII había fijado su residencia en Aquisgran. Este premio ha ido virando su rumbo hasta convertirse en el galardón de referencia del europeísmo.
El palmarés de españoles premiados deja a las claras dos cosas; la primera es la vocación europeísta de la izquierda española y por otra la lejanía de la derecha del sentimiento europeo. Muchas veces desde este mismo “atril” he cuestionado el vigor de las instituciones europeas y la capacidad de sus dirigentes para convertirlas en el motor mundial a todos los niveles que Europa se merece. He cuestionado su papel tenue en las crisis bélicas, he criticado con dureza su mirar hacia otro lado y su permisividad con los judíos... pero hay una cosa incuestionable: el avance de cada uno de los estados de Europa pasa inexcusablemente por la Unión Europea, por sus regulaciones y por sus mecanismos internos.
Su operatividad y su eficacia es algo por lo que todos los europeos tenemos que pelear y me enorgullece poder ser parte de esa izquierda europeísta que tiene a gala querer ser motor de la Unión, como lo fue al ser el primer estado miembro en votar la constitución europea, a pesar del posterior fracaso.
Además de todo esto, enhorabuena Javier.
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