Los jóvenes no somos violentos.
Toca de nuevo sacar la cabeza por la juventud de este país igual que tocó en su momento sacarla por los jóvenes de Alcorcón.
En días de fiesta cuando no hay noticias porque los políticos dejan a la puerta de sus residencias de descanso las prácticas de crispación, otras noticias dan un paso al frente dentro de la importancia en los informativos.
Este puente una de esas noticias ha vuelto a ser la presunta, supuesta y deliberada violencia juvenil que azota esta sociedad. ¡Qué gran falacia!. Es impresionante ver el cinismo de periodistas que distan no más de diez años de los jóvenes cuyas actitudes comentan, hablando de los pobres objetivos de los jóvenes del siglo XXI que se preocupan más por el botellón que por la precariedad del empleo o la falta de vivienda.
A estos cínicos los acompañan mensajes de jóvenes que se desmarcan con un “yo tengo 27 años y no necesito beber para pasarlo bien” y lindezas de este calibre. Tan equivocados unos como otros.
Voy a darle una vuelta a los razonamientos que se vierten estos días y voy a hablar brevemente del acoso que sufre la juventud, ahogada socialmente, laboralmente y además también en lo que al ocio se refiere.
En un núcleo metropolitano como es Madrid, con cerca de 5 millones de habitantes contando sus ciudades dormitorio, quiere simplificarse la identificación de todos los jóvenes de esta urbe con los 200 jóvenes que arrojaban esta noche botellas a los policías que todo sea dicho, se tomaron la justicia, con contundencia, por su mano.
Los jóvenes de Madrid, acorralados entre el garrafón, los 7 euros por copa, la no posibilidad de usar los parques para tomar unas copas o cervezas, se echan a la calle a celebrar las fiestas del 2 de Mayo, y se encuentran con la policía nacional (esos que trabajan al mes la friolera de entre 8 y 10 días) y los equilibrados antidisturbios, para obligar a los jóvenes a ir hacia la casa de sus padres a terminar la noche de fiesta. Supongo, filósofos de las ondas, que vuestros sábados por la noche están llenos de tertulias sobre Kant, Hobbes y Aristóteles. Como supongo que no, nosotros tampoco nos acordamos en exceso de nuestros problemas laborales, y la escasez de vivienda a lo que le dedicamos el resto de días de la semana.
No obstante, antes de llegar a casa alguno se fue “caliententito”. Como ése al que una manada de policías municipales castigaba con sus porras mientras que estaba en el suelo al que remataron con un par de patadas en el pecho. Sonará demagógico, pero quería ver yo al policía municipal rematando de igual modo a algún miembro de una banda albano kosovar, si el miedo de los policías municipales, amigos de las multas al dictado de la necesidad recaudatoria de la M-30, se lo permite.
Los jóvenes sabemos divertirnos. Estas generaciones no son ningunas añadas malditas de crápulas y drogadictos, que no saben más que confundir la diversión y el libertinaje. Estas generaciones son, además, la generación del voluntariado, la generación de las ONGs y la generación con más titulaciones universitarias de la historia de España. Estos jóvenes inventaron el botellón como forma alternativa de charlar y compartir unas copas de forma barata con los amigos. Esto se repite en miles de ciudades de España con asiduidad semanal sin ningún tumulto ni altercado. No os dejéis engañar, esa no es la juventud madrileña. Así no es la juventud española.
Vuelvo a repetir que esos jóvenes que lanzan botellas y piedras a los policías municipales, no representan la juventud de Madrid, que no representan a los millones de jóvenes que salen, beben se divierten los fines de semana sin causar ningún estorbo mayor que el que los jueces supremos de las conductas causaban en su época. Estos jóvenes sólo representan un poquito de relleno para los telediarios en época de pseudo vacaciones. Sólo espero que alguien afirme, si puede, que los Policías Municipales de Madrid que agredían brutalmente a alguno de esos bárbaros no representan a la totalidad de la Policía Municipal de Madrid. Lo dudo.
Toca de nuevo sacar la cabeza por la juventud de este país igual que tocó en su momento sacarla por los jóvenes de Alcorcón.
En días de fiesta cuando no hay noticias porque los políticos dejan a la puerta de sus residencias de descanso las prácticas de crispación, otras noticias dan un paso al frente dentro de la importancia en los informativos.
Este puente una de esas noticias ha vuelto a ser la presunta, supuesta y deliberada violencia juvenil que azota esta sociedad. ¡Qué gran falacia!. Es impresionante ver el cinismo de periodistas que distan no más de diez años de los jóvenes cuyas actitudes comentan, hablando de los pobres objetivos de los jóvenes del siglo XXI que se preocupan más por el botellón que por la precariedad del empleo o la falta de vivienda.
A estos cínicos los acompañan mensajes de jóvenes que se desmarcan con un “yo tengo 27 años y no necesito beber para pasarlo bien” y lindezas de este calibre. Tan equivocados unos como otros.
Voy a darle una vuelta a los razonamientos que se vierten estos días y voy a hablar brevemente del acoso que sufre la juventud, ahogada socialmente, laboralmente y además también en lo que al ocio se refiere.
En un núcleo metropolitano como es Madrid, con cerca de 5 millones de habitantes contando sus ciudades dormitorio, quiere simplificarse la identificación de todos los jóvenes de esta urbe con los 200 jóvenes que arrojaban esta noche botellas a los policías que todo sea dicho, se tomaron la justicia, con contundencia, por su mano.
Los jóvenes de Madrid, acorralados entre el garrafón, los 7 euros por copa, la no posibilidad de usar los parques para tomar unas copas o cervezas, se echan a la calle a celebrar las fiestas del 2 de Mayo, y se encuentran con la policía nacional (esos que trabajan al mes la friolera de entre 8 y 10 días) y los equilibrados antidisturbios, para obligar a los jóvenes a ir hacia la casa de sus padres a terminar la noche de fiesta. Supongo, filósofos de las ondas, que vuestros sábados por la noche están llenos de tertulias sobre Kant, Hobbes y Aristóteles. Como supongo que no, nosotros tampoco nos acordamos en exceso de nuestros problemas laborales, y la escasez de vivienda a lo que le dedicamos el resto de días de la semana.
No obstante, antes de llegar a casa alguno se fue “caliententito”. Como ése al que una manada de policías municipales castigaba con sus porras mientras que estaba en el suelo al que remataron con un par de patadas en el pecho. Sonará demagógico, pero quería ver yo al policía municipal rematando de igual modo a algún miembro de una banda albano kosovar, si el miedo de los policías municipales, amigos de las multas al dictado de la necesidad recaudatoria de la M-30, se lo permite.
Los jóvenes sabemos divertirnos. Estas generaciones no son ningunas añadas malditas de crápulas y drogadictos, que no saben más que confundir la diversión y el libertinaje. Estas generaciones son, además, la generación del voluntariado, la generación de las ONGs y la generación con más titulaciones universitarias de la historia de España. Estos jóvenes inventaron el botellón como forma alternativa de charlar y compartir unas copas de forma barata con los amigos. Esto se repite en miles de ciudades de España con asiduidad semanal sin ningún tumulto ni altercado. No os dejéis engañar, esa no es la juventud madrileña. Así no es la juventud española.
Vuelvo a repetir que esos jóvenes que lanzan botellas y piedras a los policías municipales, no representan la juventud de Madrid, que no representan a los millones de jóvenes que salen, beben se divierten los fines de semana sin causar ningún estorbo mayor que el que los jueces supremos de las conductas causaban en su época. Estos jóvenes sólo representan un poquito de relleno para los telediarios en época de pseudo vacaciones. Sólo espero que alguien afirme, si puede, que los Policías Municipales de Madrid que agredían brutalmente a alguno de esos bárbaros no representan a la totalidad de la Policía Municipal de Madrid. Lo dudo.
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