Por qué esas campañas.
Las breves de estos meses, próximos a las vacaciones, destacan entre otras múltiples cosas por la aparición esporádica (aproximadamente semanal) de los galardonados con los Premios Príncipe de Asturias en sus diferentes categorías.
La rutina se repite sistemáticamente; se anuncia que durante la mañana se reunirá el jurado, se proclaman los más fuertes candidatos y a eso de medio día el fallo de los ilustres miembros del jurado proclama un ganador que por norma general, comienza a vivir una entrañable simbiosis con los Premios. El ganador prestigia los premios, el Premio prestigia al ganador.
En los últimos casi 30 años, los premios han visto pasar a lo más granado de la humanidad y ha convertido la entrega de los Premios en un acontecimiento, regional, nacional y mundial de primera magnitud.
Pero hay una corriente de artículos, columnas y opiniones que además de no comprender, me cuesta razonar y me duele contemplar. Últimamente, están columnistas derechistas empeñados en desprestigiar los Premios y empeñados en politizar estos Premios, diciendo que son, palabras textuales, “el paradigma del pensamiento progre”… Lamentable e incomprensible viendo tanto la nómina de premiados como los propios miembros de los distintos jurados.
No es mi deseo mayor que el apoyar desde aquí, aunque no lo necesiten, a los Premios, a la Fundación Príncipe de Asturias, a los galardonados y a todos los que trabajan por seguir convirtiéndolos en un referente mundial, por seguir conviertiendo Oviedo en la capital universal al menos una vez al año. La crítica a los Premios os autodescataloga, no os quepa duda… no pueden ponerse barreras al mar.
Acabo denunciando el nuevo sainete protagonizado por la Conferencia Episcopal y el Obispado de Getafe al respecto de la campaña de captación de socios del Geta… ¡qué triste! No tener otra cosa de la que ocuparse que no sea una idea creativa de unos publicistas… (Aquí la noticia) Además difaman y afirman en su nota que toda la ciudad está escandalizada por el mal uso de los símbolos religiosos. Así, así se acerca la Iglesia al pueblo.
Las breves de estos meses, próximos a las vacaciones, destacan entre otras múltiples cosas por la aparición esporádica (aproximadamente semanal) de los galardonados con los Premios Príncipe de Asturias en sus diferentes categorías.
La rutina se repite sistemáticamente; se anuncia que durante la mañana se reunirá el jurado, se proclaman los más fuertes candidatos y a eso de medio día el fallo de los ilustres miembros del jurado proclama un ganador que por norma general, comienza a vivir una entrañable simbiosis con los Premios. El ganador prestigia los premios, el Premio prestigia al ganador.
En los últimos casi 30 años, los premios han visto pasar a lo más granado de la humanidad y ha convertido la entrega de los Premios en un acontecimiento, regional, nacional y mundial de primera magnitud.
Pero hay una corriente de artículos, columnas y opiniones que además de no comprender, me cuesta razonar y me duele contemplar. Últimamente, están columnistas derechistas empeñados en desprestigiar los Premios y empeñados en politizar estos Premios, diciendo que son, palabras textuales, “el paradigma del pensamiento progre”… Lamentable e incomprensible viendo tanto la nómina de premiados como los propios miembros de los distintos jurados.
No es mi deseo mayor que el apoyar desde aquí, aunque no lo necesiten, a los Premios, a la Fundación Príncipe de Asturias, a los galardonados y a todos los que trabajan por seguir convirtiéndolos en un referente mundial, por seguir conviertiendo Oviedo en la capital universal al menos una vez al año. La crítica a los Premios os autodescataloga, no os quepa duda… no pueden ponerse barreras al mar.
Acabo denunciando el nuevo sainete protagonizado por la Conferencia Episcopal y el Obispado de Getafe al respecto de la campaña de captación de socios del Geta… ¡qué triste! No tener otra cosa de la que ocuparse que no sea una idea creativa de unos publicistas… (Aquí la noticia) Además difaman y afirman en su nota que toda la ciudad está escandalizada por el mal uso de los símbolos religiosos. Así, así se acerca la Iglesia al pueblo.
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