Parece que nos persigue.
Parece que la sin razón nos persigue. Cuando se consumen los rescoldos del juicio del 11- M, donde se juzga, aunque a veces se olvide, el asesinato de 191 personas, cuando el terrorismo de ETA, latente desde el atentado de la T4, tiene visos de despertar, cuando los terroristas islámicos segaron la existencia de unos valientes soldados no hace ni diez días, ayer en Yemen otros siete turistas españoles perdieron la vida por el delito capital contra el islam de intentar conocer su cultura, dejar un puñado de divisas e intentar desconectar de su rutina con un exótico viaje.
Un coche bomba con un suicida al volante se estrelló contra la caravana española de vehículos, entre la que también figuraban varios coches de la policía local que protegen a los turistas en el citado país islámico.
Los datos fueron confusos durante toda la tarde, pero las malas noticias se fueron confirmando según avanzaban las horas. No obstante, para la sociedad, no para las víctimas, la peor de las noticias ya había ocurrido con el atentado en sí. La sin razón del terrorismo había vuelto a triunfar. Independientemente de las motivaciones, de las justificaciones, de los culpables que se quieran encontrar, creo que esta epidemia del siglo XXI, coloca a la totalidad de la humanidad en una situación complicada.
Aunque sean frases que se utilizan para otro terrorismo más cercano y doméstico, los únicos culpables de esta situación son los propios terroristas. La civilización islámica, que en su totalidad no es la culpable de la situación, no vive ni mucho menos oprimida. Algunos de sus países tienen rentas “per cápita” altísimas y no podemos escudarnos en las desigualdades para justificar el terrorismo. Son dos cosas tan diferentes, que esas desigualdades deberían ser eliminadas incluso sin la presencia de terrorismo alguno.
Ahora, hoy, en el debate sobre el estado de la nación, al que pensaba dedicarle estas líneas hasta que la impotencia de víctima se apoderó de mí, habrá referencias al terrorismo. Se culparán unos a otros por la existencia de terroristas. Se pronunciarán palabras muy desagradables, se olvidará que el terrorismo ha vuelto a vencer hoy llevándose a siete turistas españoles, se olvidará que la culpa sólo es de los terroristas sean de Yemen o de Barakaldo.
Parece que la sin razón nos persigue embutida en mochilas, en el maletero de coches bomba y en el cargador de pistolas que disparan nucas. Os ruego que escapéis de ella todas las veces que podáis, hasta que los estados de derecho, la colaboración intergubernamental y el diálogo la erradique.
Parece que la sin razón nos persigue. Cuando se consumen los rescoldos del juicio del 11- M, donde se juzga, aunque a veces se olvide, el asesinato de 191 personas, cuando el terrorismo de ETA, latente desde el atentado de la T4, tiene visos de despertar, cuando los terroristas islámicos segaron la existencia de unos valientes soldados no hace ni diez días, ayer en Yemen otros siete turistas españoles perdieron la vida por el delito capital contra el islam de intentar conocer su cultura, dejar un puñado de divisas e intentar desconectar de su rutina con un exótico viaje.
Un coche bomba con un suicida al volante se estrelló contra la caravana española de vehículos, entre la que también figuraban varios coches de la policía local que protegen a los turistas en el citado país islámico.
Los datos fueron confusos durante toda la tarde, pero las malas noticias se fueron confirmando según avanzaban las horas. No obstante, para la sociedad, no para las víctimas, la peor de las noticias ya había ocurrido con el atentado en sí. La sin razón del terrorismo había vuelto a triunfar. Independientemente de las motivaciones, de las justificaciones, de los culpables que se quieran encontrar, creo que esta epidemia del siglo XXI, coloca a la totalidad de la humanidad en una situación complicada.
Aunque sean frases que se utilizan para otro terrorismo más cercano y doméstico, los únicos culpables de esta situación son los propios terroristas. La civilización islámica, que en su totalidad no es la culpable de la situación, no vive ni mucho menos oprimida. Algunos de sus países tienen rentas “per cápita” altísimas y no podemos escudarnos en las desigualdades para justificar el terrorismo. Son dos cosas tan diferentes, que esas desigualdades deberían ser eliminadas incluso sin la presencia de terrorismo alguno.
Ahora, hoy, en el debate sobre el estado de la nación, al que pensaba dedicarle estas líneas hasta que la impotencia de víctima se apoderó de mí, habrá referencias al terrorismo. Se culparán unos a otros por la existencia de terroristas. Se pronunciarán palabras muy desagradables, se olvidará que el terrorismo ha vuelto a vencer hoy llevándose a siete turistas españoles, se olvidará que la culpa sólo es de los terroristas sean de Yemen o de Barakaldo.
Parece que la sin razón nos persigue embutida en mochilas, en el maletero de coches bomba y en el cargador de pistolas que disparan nucas. Os ruego que escapéis de ella todas las veces que podáis, hasta que los estados de derecho, la colaboración intergubernamental y el diálogo la erradique.
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