De forma recurrente, cada cierto tiempo, se sondea a la sociedad, desde los medios de comunicación, y en diferentes, casi todos, países de Europa, su nivel de intransigencia con el mundo musulmán, agitando al aire los hiyab.
Se busca de forma deliberada mostrar a los inmigrantes de dicha religión como fundamentalistas inadaptados, que no son capaces de deshacerse de sus más ancestrales y absurdas tradiciones para integrarse al primer mundo.
En España, la explosiva mezcla del pañuelo islámico y los colegios, se han dado un par de veces en los últimos años, ambos casualmente, en la Comunidad de Madrid.
Las connotaciones del pañuelo entran en contradicción con las normativas particulares de los centros en tema de vestimenta, (cierto que quedaría muy yanqui y muy desagradable, clases llenas de chicos con gorra) y chocan con otros elementos religiosos como los propios crucifijos en las aulas o las cadenas, pendientes o collares con cruces cristianas o estrellas judías.
Es necesario dejar claro, de una forma explícita, elemento a elemento lo permitido o no permitido en cada Comunidad Autónoma para cada centro. Esa será la solución final, porque, sin duda, debe primar la correcta escolarización del alumnado, supeditándola a la vestimenta que se determine como correcta, independientemente de las corrientes religiosas de cada alumno.
Pero ese listado, esa normativa, debe tener como base la igualdad de las religiones y la no confesionalidad del país y por ende del sistema educativo.
Esta normativa sacará de una vez por todas a los alumnos de una guerra en la que son mera munición. ¿Nos ponemos a ello para que este sea el último brote del “baile de los pañuelos”?.
No hay comentarios:
Publicar un comentario