Nos golpean hoy dos noticias diferentes venidas del país que aparentemente guía al mundo en tantos aspectos. La primera de ellas, morbosa, impactante y accidental, que desgraciadamente podría darse en cualquier ciudad del primer mundo, es el video que ha dado la vuelta al mundo de cómo un hispano se desangra en NY después de haber intervenido evitando un atraco a una mujer de forma altruista y cómo un puñado de gente pasa a su alrededor sin mostrar un mínimo interés. Abominable ejemplo de lo que nos puede pasar a cualquiera en nuestras anónimas ciudades. No quería, por lo que me impactó, pasarlo por alto.
La segunda, incluso más preocupante, por lo que de tendencia de pensamiento pueda indica, es la aprobación, el pasado viernes, de la nueva “ley antiinmigrantes” en Arizona.
A riesgo de ser injusto con algunos artículos de la norma, quiero hacerme eco de los dos corolarios más controvertidos, que pueden resumirse en la capacidad de los cuerpos de seguridad a detener a cualquier persona que pueda parecer inmigrante ilegal sin prueba alguna y al hecho de instar activamente a la población a denunciar gratuita e impunemente a aquellas personas que puedan parecer ilegales.
A pesar de no ser santo de mi devoción, por su mostrada incapacidad para atajar los problemas mejicanos, hago mías, incluso siendo bastante tibias, las dos definiciones que el presidente Calderón hizo el día de ayer: "La ley es oportunista, electoralista e indignante" y además "abre la puerta al odio y la discriminación".
Creo que estas frases reflejan la realidad de lo que es la ley. Por un lado, las más neoconservadoras tendencias, injustas y racistas de esa mitad asilvestrada (o mejor dicho a-ranchada) de la sociedad estadounidense y por otro la vía libre a la canalización, por parte de cualquier persona, de sus mayores odios hacia el diferente, de manera impune. Permite a las minorías más racistas actuar a su antojo, validando persecuciones casi “holocaústicas”.
La imagen de Obama no lo es todo en la política estadounidense, los “neo-com” resisten y ni el gobierno federal, ni el sentido común, ni los derechos humanos van a conseguir detenerlos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario