Inmigración y comercio africano.
Estos días de brutal parón informativo, donde el interés se centra en el viajar, quedar y comprar, se ha llevado a cabo la Cumbre entre la Unión Europea y África, en ella, el presidente del Gobierno ha tenido un papel preponderante.
Como eje fundamental de su argumentación ha señalado los esfuerzos que está haciendo España en el continente más pobre del mundo como una garantía de futuro, puesto que el equilibrio del orden mundial depende del futuro de África, que no es sólo de los africanos, también es de todos los ciudadanos del mundo y, por tanto, de los europeos. Una argumentación tal, es teóricamente irreprochable.
El primer mundo tiene una deuda con África, enferma, pobre y olvidada, viviendo una situación de lo más injusto y de lo más inhumano.
El segundo de los ejes, y en este a fe que defiende el interés patrio, fue la búsqueda de la canalización de la inmigración y la defensa a ultranza de la inmigración legal. De hecho, la implicación de Europa en el continente negro no está únicamente establecida por la consecución de los Objetivos planteados por la ONU para reducir el hambre a la mitad antes de 2015. La inmigración ha marcado la mayoría de los encuentros bilaterales del presidente del Gobierno con otros líderes africanos.
Ha definido casi textualmente, que "La inmigración irregular es un gran fracaso colectivo y los que resultan más perjudicados son aquellos jóvenes que fruto de la desesperación intentan, muchas veces de mano de las mafias, intentar llegar a Europa".
La inmigración no es un problema para el mundo occidental, es un problema fundamentalmente para el África subsahariana, que pierde a sus jóvenes, a veces, para siempre en su búsqueda de un futuro mejor. Si nosotros lo vemos como un problema, ¿cómo lo verán ellos?
Habrá gente que entienda que esto no es un planteamiento de política exterior. A mí sí me lo parece incluso mejor que entrar en guerras injustas e ilegales, del lado del poderoso y del capital opresor.
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