jueves, enero 03, 2008

No vale ahora desmarcarse de la tibieza.

La circular de ayer con la que el partido en el Gobierno quería criticar con dureza las barbaridades que los más destacados miembros de la Conferencia Episcopal dijeron el pasado día 28 de Diciembre en Madrid, no deben valer para ocultar que el laicismo al que un Estado del siglo XXI debe tender y que tan cacareado ha sido por parte de nuestros dirigentes ha dado algunos pasos hacia atrás esta legislatura.

Hay un dicho político que proclama que “Con Gobiernos menos católicos, la Iglesia vive mejor". Esta legislatura no puede ser más cierto, con la añadidura de su no reciprocidad ya que “A los Gobiernos menos católicos la Iglesia le da más palos”.

Se da por tanto la horrible paradoja de que son los gobiernos menos católicos los que ponen más la otra mejilla.

Este Gobierno ha sido muy tenue con la “Iglesia Oficial”. Maria Teresa Fernández de la Vega tiene el dudoso honor de ostentar el record de visitas al Vaticano de la democracia.

Ayer, en una de las frases más acertadas de los últimos años, decía Gaspar Llamazares: "Cría obispos y te sacarán los ojos". Gran verdad cuando “el Gobierno del Laicismo” hace que cada ciudadano, cualquiera que sea su credo, pague 3,5 euros directos para el sostenimiento del clero y culto católicos, que aunque parezca una basura es un 34% más que hasta ahora.

Pero no sólo eso sino que la parte del IRPF que se toma de los fieles que marcan la casilla de la Iglesia Católica y que se detrae de la “hucha total” de los españoles ha pasado del 0,5% al 0,7%.
No obstante espero un paso hacia delante. Espero que se marque una posición firme y que la búsqueda del laicismo real como Estado no disminuya en la próxima legislatura. Para ello la autofinanciación tendría que ser un objetivo irrenunciable. ¡Dad ese paso, por favor!

Creo que la Conferencia Episcopal no tiene ningún derecho a coartar nuestros avances sociales, no tienen derecho a evitar que se investigue con células madre, o a que se aborte o a que los homosexuales sean más felices. Esta responsabilidad recae sobre la democracia, sobre el pueblo y eso hay que dejárselo claro a los políticos. A los políticos o a los curas… Si no, puede ser que acabemos ardiendo en la hoguera inquisitorial, otra vez.

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