No se sabe aniquilar la violencia.
Aun escribo con cierto estupor pensando en el asesinato que se produjo en el Metro de Madrid el pasado domingo. Es cruel con la sociedad y con todos sus miembros saber que puedes salir un domingo por la mañana de casa con unos planes, más o menos normales, como puede ser acudir a una manifestación o a una contramanifestación y no volver.
Es frustrante como sociedad saber que la gente va por ahí con “machetes” de 25 centímetros de hoja y con intención de usarlo. Y no con la intención de usarlo en la pierna o en una mano, con la deliberación de clavarlo en el pecho, a la altura de corazón de dos personas, uno de ellos de 16 años.
Supongo que con cosas así gana más poder el refrán inglés de “Mi casa es mi castillo”, es triste que la conclusión sea que no hay que salir de casa para no tentar a la suerte de que te asesinen por llevar una vida normal.
Afortunadamente se ha apresado al criminal, al que le deseo una muy larga temporada en prisión. Con 24 años no se puede ir matando a gente gratuitamente.
Pero lo peor es que sólo los Cuerpos de Seguridad del Estado han estado a la altura. Hoy, esta mañana, nos ha llegado la tristísima noticia de que los grupos parlamentarios de la Asamblea de la Comunidad de Madrid, no han logrado consensuar una declaración institucional para condenar el asesinato de Carlos Javier. Parece ser que el PP se niega a que figure en el texto que murió a manos de un miembro de "extrema derecha".
Es un caso que me recuerda algo al tratamiento de las víctimas del 11-M. Nadie, ningún político, de todos los que estaban debatiendo hoy en la Asamblea se ha puesto en la piel de los padres o amigos de Carlos. Nadie, y ahí está el problema. De otro modo me parece justo que en una declaración institucional se defina lo mejor que se conozca al agresor, es lo lógico. Si ese asesino era de extrema derecha y venía de una manifestación de extrema derecha, pues era de extrema derecha, es lo que hay, ¿no?
El texto propuesto por el PP condena el asesinato de Carlos Javier Palomino y afirma que fue "víctima de la violencia extremista". Es como decir que fue víctima de su propio extremismo político. Indignante. Ël no fue víctima de la violencia extremista, fue víctima de un violento que era de extrema derecha.
Se puede ser cuanto extremista político se desee. Pero desde luego no vale acompañar el extremismo de navajas de 25 centímetros.
1 comentario:
Quisiera aportar algún comentario a tu brillante reflexión.
Se tata de aconsejar la lectura de la obra de Luis Rojas Marcos "Las semillas de la violencia".
En las primeras páginas de su libro desarrolla la idea de que la violencia se aprende. "A amar se aprende amando como a odiar se aprende odiando".
Y más adelante expone su teoría de que es necesario enseñar a "ponerse en el lugar del otro". Es posible que tengamos que empezar por ahí desde los comienzos de la vida.
Hasta tu próximo trabajo.
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