Un reto para el siglo XXI.
Cuando nos vemos viviendo en una sociedad industrializada, sin aparentes problemas de subsistencia, parece que el simple hecho de sobrevivir cada día no es un reto, tal y como sí lo es en las zonas más deprimidas del planeta.
Cuando nos vemos viviendo en una sociedad industrializada, sin aparentes problemas de subsistencia, parece que el simple hecho de sobrevivir cada día no es un reto, tal y como sí lo es en las zonas más deprimidas del planeta.
No obstante, cuando los elementos meteorológicos nos golpean con severidad, la capacidad de subsistir se iguala.
Pasó a gran escala con las inundaciones de Nueva Orleáns o con el tsunami que azotó el sudeste asiático hace ya unos años, pero sigue ocurriendo con una frecuencia mayor a la deseada cada vez que la meteorología “morcillea” fuera de su guión.
El caso de Nueva Orleáns, por tratarse de un país de muy primera línea fue muy impactante. Parecía increíble cómo en Estados Unidos, el golpeo del huracán Katrina, fue capaz de convulsionar toda una región de la primera potencia mundial. No obstante se buscaron y aparentemente se localizaron negligencias políticas.
Parece ser que millones de dólares para controlar inundaciones y aliviar el daño de huracanes habían sido desviados hacia el presupuesto destinado a la guerra de Irak, afirmando que el desastre de la rotura de los diques era un asunto que difícilmente podría darse.
A menor escala, cuando unas simples lluvias otoñales causan el caos en ciudades enteras, cuantiosos daños materiales e incluso muertes humanas, se plantea el reto de alcanzar la plena seguridad del mundo desarrollado, la plena garantía de supervivencia en momentos de inclemencias.
Es impactante ver cómo las inundaciones en las localidades del sur y sureste español se repiten cada año. Es curioso que no se trabaje en el sentido de dotar a estas poblaciones de sistemas de drenaje válidos, de mejorar sus redes de evacuación de aguas pluviales. Es aún más curioso observar cómo multitud de carreteras se cortan porque el agua de escorrentía alcanza la cota del pavimento, incluso que ese alcance sea tal, que es capaz de arrastrar vehículos enteros.
Éste debe ser un pilar de las políticas municipales de cualquier población. Es necesario un análisis de riesgos climáticos y estar preparados para afrontar estas inclemencias desde la responsabilidad y la aptitud.
Éste es un reto que la sociedad civilizada del siglo XXI debe afrontar y vencer. Igual planeando esto las lluvias de ayer en Alcalá de Guadaira hubieran quedado en mera anécdota otoñal.
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